Ha pasado más de un lustro y las cifras han crecido exponencialmente, a la vez que su utilidad se ha multiplicado. Corría el año 2010 y, según Gartner, se descargaban 5.000 millones de aplicaciones móviles. Por su parte, App Annie pone otro dato sobre la mesa, correspondiente al pasado año: en 2016, se produjeron 100.000 millones de descargas de apps en todo el mundo. Por si fuera poco, según el analista Tomi Ahonen, cerca de 2.000 millones de internautas no han utilizado nunca un ordenador y, por lo tanto, acceden siempre a la Red a través de dispositivos móviles.
Ante este panorama, parece poco atrevido asegurar que esta es la era de las aplicaciones móviles, con la utilidad que ello conlleva en el ámbito corporativo. Fue hace algo más de cinco años cuando la filosofía de muchas empresas empezó a cambiar: si sus empleados estaban comenzando a entrar por sí solos en el mundo de las apps para consumo privado, no parecía una temeridad llevar algunos procesos internos hasta sus dispositivos móviles.
De esta forma, con tabletas, smartphones y conexiones a internet, los trabajadores pasarían a estar disponibles en cualquier momento, estuvieran en el lugar que estuvieran. Fue así como surgieron numerosas herramientas que permitían estar en contacto con supervisores, clientes o, simplemente, hacer más sencillas cuestiones internas gracias a algunos CRM en formatoapp. “Como consumidores, ellos ya estaban siempre conectados a través de sus smartphones, ordenadores y tabletas, aunque sus empresas no hubieran adoptado esas tecnologías para el ámbito laboral”, aseguraban por entonces desde la consultora Wipro.
A lo largo de todo este tiempo, gigantes como Google y Amazon se han encargado de desarrollar la infraestructura y ponerla al alcance de cualquier compañía a través de sus servicios de cloud computing. Mientras tanto, otras compañías tecnológicas abrazaban el recién nacido mundo de las aplicaciones corporativas: Apple ha llegado a aliarse con IBM para lanzar soluciones corporativas y Hewlett-Packard, fabricante habitual de hardware, también decidió abrirse paso en el sector de las aplicaciones corporativas y la integración en la nube.
No en vano, las compañías han comprobado ya que introducir apps en sus procesos internos permite aumentar la productividad. En concreto, y según una encuesta realizada por la analista Vanson Bourne, los CIO estiman que las aplicaciones móviles aportan un incremento en la productividad de más del 35%.
Las aplicaciones móviles han revolucionado hasta tal punto el ámbito corporativo que incluso han hecho que las intranets sean cosa del pasado, como ha sucedido ya en gigantes como Tata Communications, responsable del 25% de los cables submarinos de fibra óptica del mundo, que ha sustituido su red interna por una aplicación de comunicación desarrollada en unas pocas semanas. Por su parte, cualquier pequeña o mediana empresa cuenta con un amplio abanico de posibilidades a la hora de elegir herramientas de comunicación interna, entre las que destaca por su popularidad Slack.
Una revolución de ida y vuelta
La revolución es tal que se llega a ver como una verdadera transformación corporativa. Motivos para argumentarlo no faltan y es que, además de lo ya mencionado, las aplicaciones móviles han pasado de ser una herramienta útil para los procesos internos a convertirse en un nuevo negocio por sí mismo. Así, habrían hecho un viaje de ida y vuelta: gracias a su incipiente éxito entre los usuarios entraron en el ámbito corporativo y, años más tarde, salen de él hacia las tiendas de aplicaciones como una fuerza de venta más.
Muestra de ello es la aplicación de la que pueden disfrutar los propietarios de un Tesla. Su nombre es TesLab y, si bien por ahora solo cuenta con una versión beta y no ha sido creada por la propia compañía, sí que indica cuál puede ser el camino a seguir para que las aplicaciones móviles vuelvan a ser el aliado perfecto de no pocas empresas para desarrollar su negocio y fidelizar a sus clientes.

Todo, a partir de sus propios datos. TesLab aprovecha la información disponible en la API de los propios vehículos para ofrecerle al conductor completos informes sobre sus hábitos y su coche en una aplicación móvil innovadora como pocas. Una vez conectada con el vehículo, la app analiza datos como la velocidad media o los frenados para indicar cuál es la eficiencia de la conducción.
Mapas de calor en los que se indica la ubicación exacta en la que esa eficiencia varió, datos como el ahorro en combustible o información sobre la distancia real recorrida son otros de los aspectos indicados en TesLab y que permiten que la venta de un vehículo y su posterior uso supongan una experiencia totalmente distinta a lo que se entendía hasta el día de hoy.
“¿Y si Tesla nos ha dado suficiente acceso a nuestros vehículos como para construir una comunidad alrededor de lo que imaginamos que podría ser el coche conectado del futuro?”, reflexiona Ben Schippers, uno de los creadores de la app.
Esa es, precisamente, la clave que podría dar comienzo a una nueva era en las apps móviles. No en vano, si las compañías que están haciendo del big dataparte de su negocio deciden compartir esa ingente cantidad de información con sus propios usuarios, estos podrían ver más incentivos a la hora de contratar sus servicios o adquirir sus productos, de tal forma que una app se convierta en un argumento más en un proceso de compra.
Sucede ya, aunque en menor medida, en servicios como Uber, en cuya aplicación es posible ver el histórico de trayectos y precios o los pedidos hechos a través de UberEATS, ya sea para repetirlos o para analizar datos como distancias, tiempos de espera y costes. Probablemente, es también el paso que podría dar Netflix de cara al usuario: si ya recogen una gran cantidad de datos sobre cómo, cuándo y desde dónde consumen contenidos audiovisuales para recomendarles más series y películas, también podrían compartirlos con sus propios suscriptores.

Así, el futuro podría estar protagonizado por una nueva generación de aplicaciones móviles en las que la integración del big data y la inteligencia artificial supongan un salto en los servicios que se ofrecen a los usuarios. No solo se recogerían toneladas de datos que serían almacenadas en la nube, sino que también se añadirían nuevas herramientas y se aligerarían procesos a la par que se ahorrarían costes, especialmente aquellos en los que está vinculado el cliente, al no requerir de intervención humana.
El equipo de NTS.
La imagen principal es propiedad de Ash Kyd.
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